La decisión de la Unión Europea de catalogar al gas y a la energía nuclear como alternativas verdes de energía no es tan simple como aparenta, sino que está motivada por una serie de datos y especificaciones que conviene matizar. Por ello, en Astrave analizamos las claves de esta noticia y qué implicaciones tendrá de cara a futuro.
Hace unos días nos despertábamos con la confirmación de una noticia que ya era vox populi: dentro del plan de taxonomía verde propuesto por la Unión Europea, el gas y la energía nuclear pasarán a considerarse como «energías verdes». Una decisión que deberá ser refrendada en el Parlamento Europeo durante los próximos meses, y que ha suscitado cierta controversia entre algunos países. Sin embargo, la polémica que se ha generado podría no haber provocado tanto ruido con unas explicaciones más consistentes sobre qué motivaciones han llevado a la Unión Europea a tomar esta decisión.
La clave de esta catalogación del gas y la energía nuclear como «verdes» reside en el importante rol que juegan estas dos alternativas en la transición hacia la descarbonización. No hay que olvidar que el objetivo que estableció la Unión Europea es alcanzar la neutralidad climática para el año 2050. Una meta para la que, si se quiere alcanzar, es importante contar con estas dos energías.
Resulta evidente que la energía eólica, solar, el biogás o el hidrógeno verde gozan de una forma de obtención 100% renovable; y, sin duda, ese es el camino que todos estamos recorriendo. Este sendero, a su vez, no es incompatible con el anuncio que ha realizado la Unión Europea con respecto a la consideración que se otorgará al gas y la energía nuclear, en el que más bien ha tenido lugar una interpretación inexacta por parte de múltiples agentes.
El acto delegado que se ha presentado en la Unión Europea contempla al gas como una «energía de transición» hacia un escenario de descarbonización, pero en ningún caso la equipara a otras fuentes completamente renovables. Lo realmente destacable del uso del gas es que facilita y allana el camino para que las energías renovables sean predominantes, puesto que produce muy pocas emisiones de dióxido de carbono si lo comparamos con los combustibles fósiles como el carbón.
Ahora bien, el uso del gas considerado como energía verde tiene una serie de limitaciones que todos los agentes del sector debemos respetar, no solo por una cuestión de cumplimiento legal, sino por propia convicción moral. Si nos centramos en el gas, para que este sea considerado «verde» según el documento presentado por la Unión Europea, debe emitir 270 gramos de CO2 por kw/h, sustituir a una central más contaminante, obtener el permiso de construcción antes del año 2030 y adquirir el compromiso de conversión en gases renovables o bajos en carbono antes de 2035. Cabe destacar que el carbón produce unas emisiones de alrededor de 830 gramos de CO2 por kw/h, por lo que el uso del gas supondría reducir las emisiones en más del 70%.
Es decir, la catalogación del gas y la energía nuclear como alternativas sostenibles debe ir acompañada por una gestión responsable de los residuos y un ciclo de emisiones altamente eficiente. Por lo tanto, todas las empresas tendremos que pagar un peaje y cumplir con estas condiciones imprescindibles para poder utilizar estas energías de manera sostenible y acercarnos un poco más hacia la descarbonización.
El objetivo de esta taxonomía verde no es otro que desviar la atención de los inversores privados hacia modelos de energías menos contaminantes que el carbón, y el gas entra dentro de esta categoría. La transición hacia un escenario libre de carbón no es inmediata ni es fácil, puesto que tiene una gran penetración en todo el mundo. Por ello se hace necesario un planteamiento de transitoriedad, en el que la dependencia de esta fuente de energía se vaya haciendo cada vez menos necesaria. Y, en este período, el gas se posiciona como una alternativa clave para garantizar un suministro a nivel global a la vez que se reducen las emisiones contaminantes.
Nos encontramos en un momento decisivo si queremos alcanzar los compromisos adquiridos a nivel europeo. Un momento en el que las energías de transición como el gas o la nuclear constituyen la única alternativa para hacer efectivo el puente a través del que podamos avanzar en el camino de la sostenibilidad. Y, si hay algo que está fuera de toda duda, es de la disposición común por parte de las empresas, entidades y sociedad civil hacia un mundo más sostenible.
Comentarios recientes